La Dama del pañuelo rojo

No la miro..
Dejó caer la barbilla sobre el pecho y prosiguió:
—- Cuando miro atrás y veo lo que me diste, y ahora no me das, me siento tan solo y perdido que pienso que la vida es indigna de vivirse; o por lo menos no se deberían de vivir momentos tan felices, que luego al recordarlos te matan..
«No se por que todavía me aferro a eso. No se por que esos recuerdos zumban incesantemente en mi cabeza.. Ni por que mi corazón sigue tan enamorado»..
«Es noble tener estos sentimientos, por quien me hizo acariciar el cielo con la punta de los dedos. Por quien me hizo suspirar de felicidad y placer»..
Algo en ella se había conmovido. Sus bonitas facciones se habían dulcificado perdiendo su adustez.
Sin volverse, el muchacho continuó:
— No se como se pueden olvidar tantas y tantas cosas. No se como en momentos dulces decimos palabras tiernas, y luego estas resultan ser palabras huecas»
«En todo momento, mi corazón reboso amor y felicidad y cada palabra que salio de mis labios era cierta. Contigo me sentí flotar. Me sentí morir de felicidad… Y mis pensamientos siempre fueron: por ti y para ti «..
«Todo lo que vivimos, no fueron solo momentos. Fueron trozos de vida que compartí con la mujer que amo y que siempre amare»..
Callo, y levantando la barbilla del pecho miro hacia la lejana ondulación del horizonte, allí donde la amalgama de brillantes colores del cielo parecía fundirse en un estrecho abrazo con la seria ocredad de la tierra.
El sol se estaba ocultando tras el horizonte, dejando tras si rojizas tonalidades que resaltaban en un cielo profundamente azul. La fresca brisa del atardecer mecía ahora la agostada hierba en suaves ondas, lo cual le daba a la inmensa pradera el aspecto de un apacible mar..
(Extracto de: La dama del pañuelo rojo )
Mel Domuro.

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