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El honor de una estrella 1.

El honor de una estrella  1.


      El jinete hizo su entrada en el pueblo de Santa Ana -Situado al sur del condado de Sandoval, en el territorio de Nuevo México- Tanto el como su montura se notaban cansados y cubiertos de polvo, y hasta un mediano observador se habría dado cuenta, de que traían recorrido un largo y penoso camino, bajo el implacable sol del Suroeste.

      Desmontó frente al establo publico que a su vez era herrería, y con las riendas en la mano llevo a su montura al cercano abrevadero donde el noble bruto -Un ruano de bella estampa- hundiendo sus belfos en la escasa y tibia agua se puso a abrevar pacientemente. Adosada al abrevadero había una vieja y herrumbrosa bomba de mano, cuya palanca acciono el jinete con pericia y fuerza, haciendo que el fresco liquido emergiera de las profundidades de la tierra, y se derramara generosa por el  aguadero.

      Se quito el polvoriento sombrero y se sacudió con el. Una pequeña nube de polvo se desprendió de sus ropas envolviéndolo por un momento. Era un hombre ya entrado en la madurez. Entre cuarenta y cuarenta y cinco años, pero el cual representaba cinco menos. Las huellas de la juventud aun no se habían diluido de su persona, y se dejaban notar en la rapidez y seguridad de sus movimientos. Era alto, moreno y de larga melena cuyos rizos caían abundantes sobre sus atléticas y anchas espaldas. 

      Sus ojos verdes, eran soñadores y profundos y pese a su aparente apatía se movían serenos y escrutadores, no perdiendo detalle de lo que ocurría a su alrededor. Su cara angulosa, pero de duros y agradables rasgos le hacían un hombre muy atractivo. Tenia un hoyuelo en el mentón y dos mas se formaban en cada una de sus mejillas, cuando dejaba que una atractiva sonrisa iluminara su agraciado y noble rostro. Un fino y negro bigotillo, adornaba el pequeño espacio existente entre su recta nariz y los carnosos y sensuales labios.

     Vestía una cazadora de ante, con flecos en las mangas y en la espalda, formando en esta una línea que corría de hombro a hombro y suavemente caían como una cascada, hasta el centro de la misma. Era una cazadora corta, de estilo Mexicano la cual caía hasta su cintura, y quedaba abrochada por una artística trencilla de cuero, justo por encima de la gran hebilla de plata de su cinturón. 

    De sus enjutas caderas pendía un bien provisto cinturón-canana de negro cuero, en cuyas presillas los metálicos cartuchos refulgían al sol con irisados destellos. De este, pendía muy baja y atada al muslo una repujada pistolera del mismo color, en la cual descansaba sujeto por una trabilla, un revolver Colt "Frontier" de doble acción y calibre 45.

     Completaba su atuendo unos ajustados pantalones de dril azul, los cuales se ajustaban sobre unas polvorientas botas de  alto tacón, mediante unas botonaduras metálicas a lo largo de sus pantorrillas.

    Se quito el pañuelo de seda verde que traía anudado al cuello, y lo lavo en el delgado hilo de agua que se escurría de la bomba, dejándolo luego extendido encima de esta. Con un pie apoyado en el lateral del abrevadero y el sombrero arrojado hacia atrás -colgando sobre su espalda, sujeto por el barbuquejo- sumergió sus manos en el agua y luego de lavárselas, las ahueco y recogiendo agua en ellas, se lavo la cara y el cuello generosamente..


    Tomo el pañuelo y se froto la cara y el cuello, anudándolo a continuación en torno a este. En cuestión de pocos minutos estaría seco -pensó- gracias al calor reinante en esa hora de la mañana.

    Comenzó a caminar hacia el cercano establo dando un ligero y corto silbido a su caballo. Este lo siguió dócilmente con paso cansino y una de las riendas arrastrando por el suelo, la cual dejaba un irregular surco en el amarillento polvo de la calle. 

    Sentado en un tonel situado a la puerta del establo, se hallaba un niño como de once años, de morena piel y con el cabello oscuro y ensortijado. Un rebelde mechón le caía sobre la frente, bajo la cual destacaban unos ojos grandes y muy hermosos, de un color tan profundamente azul, que al jinete le recordaron las remansadas  y profundas aguas del lago tahoe. 


    Tenía la vista fija en el forastero. Lo veía acercarse a contraluz, motivo por el cual sus azulinos ojos bizquearon un momento. Con un lento ademán cerró la pequeña navaja con la que hasta ese momento había estado tallando un trozo de madera, y la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón de lona gris.

     Pensativo miró un momento el trozo de madera que tenía en la mano y en el cual se insinuaba una cabeza de perro a medio tallar. No pareció quedar muy satisfecho con el resultado de su examen, por que con un mohín de disgusto la arrojó sobre un montón de madera apilada en un rincón.   

    Salto del barril al suelo con un movimiento mal calculado, cayendo de rodillas lo que le llevo a tener que frenar su caída con las manos. Sin detenerse y dando traspiés se acerco corriendo al forastero.

     -- Buenos días señor..?- Saludó, limpiándose las manos sucias de polvo, en la trasera del pantalón- ..Soy Dave.. Dave Oak, en que puedo serle de utilidad..

     En la cara del caballista se dibujó un divertido gesto, ante la extrovertida y madura actitud del niño.

    --Hola Dave, un placer conocerte. Quería alojamiento y pienso para Marlon -señalo con el pulgar de su mano izquierda por encima del hombro, en dirección al caballo- digamos que por lo menos.. - achico los ojos y adopto una aptitud pensativa, frunciendo los labios en una estudiada pausa. Tenia la mano derecha apoyada en la corva culata del revolver, mientras que con su mano izquierda se tironeaba del lóbulo de la oreja derecha- ..digamos que para dos o tres días -concluyó con una sonrisa.

    La alegre e infantil carcajada sonó en la amplia calle, rebotando y tremolando con armoniosa cadencia en la amplia y sucia cristalera, perteneciente a la oficina de bienes raíces de Santa Ana.

     -- Se llama Marlon.. -repetía entre hipidos-.. Marlon como el capataz de los Connery, Pero con la cara menos larga.. -de nuevo la risa ahogo su voz.

    El jinete levanto con el pulgar el ala de su sobrero, mientras miraba al muchacho con aire paciente y divertido esperando que este remitiera su ataque de hilaridad. Pasado este y aun con lágrimas surcando sus mejillas, entre hipidos, contesto.

     - Señor, eso le costara un dólar diario, agua, forraje y un cepillado incluido.

    - Bien, aquí tienes Dave - dijo el jinete, alargándole con la punta de los dedos tres arrugados billetes de un dólar. 

    - Gracias Señor, si por alguna razón tiene que marcharse antes de lo previsto, le devolveremos el dinero sobrante. Pondré su caballo en el numero tres. Estará también atendido y cómodo, como en una de las mejores suites del Dólar Hotel .

    Mientras el niño hablaba, el jinete había desatado las alforjas de la silla y ahora estas descansaban cruzadas, terciadas sobre su hombro izquierdo. Con hábil gesto, extrajo el rifle wínchester de la larga funda de la silla de montar y lo mantuvo en su mano izquierda, mientras que con un gesto de cabeza daba a entender que podía encargarse del caballo.

     Dedicando un amplia sonrisa a su cliente, el muchacho doblo en dos los arrugados billetes, y se los guardo en el mismo bolsillo, donde pocos momentos antes guardará la pequeña navaja. Luego, estirando la mano, se apodero de la rienda que seguía colgando olvidada sobre el polvo. Hizo lo propio con la otra, que permanecía enrollada sobre el borren de la silla y dando media vuelta se dirigió al establo seguido dócilmente por el caballo.

     -Dave..

     Al oírse llamar, el niño volvió la cabeza llegando a vislumbrar algo que desde la alta figura del jinete había partido volando hacia el y del cual el sol arrancaba brillantes destellos. Con agilidad su mano atrapo rauda, el pequeño objeto en el aire, cerrándose entorno a el como una mordaza. Cuando sus dedos se abrieron y vio lo que esta encerraba, sus ojos se abrieron y sus labios formando un gracioso  y divertido mohín, dejaron escapar un alegre "Cáspita" de sorpresa y admiración. En su mano tenia una brillante y magnifica moneda de plata de un dólar. Un dólar nuevo y reluciente, el cual parecía hacerle guiños, cada vez que algún rayo de sol incidía en su pulida superficie.

     Era la moneda mas bella que había visto en su vida. Notaba como su corazón latía apresuradamente, presa de la emoción. Cuando salido de su marasmo y quiso darle las gracias al forastero, este ya se alejaba con cadencioso paso calle adelante en dirección al hotel, llevando las alforjas al hombro y el wínchester en su mano izquierda, mientras que la derecha colgaba como al descuido, muy cerca de la desgastada culata de su revolver.

     Abrió la boca para llamarle, para agradecerle su detalle, para al menos preguntarle su nombre, pero la cerro desilusionado consciente ya, de que su voz no llegaría a sus oídos. Lo vio pararse un momento ante el Hotel Dollar, y luego entrar decidido en su interior.

Volvió a mirar la moneda, haciéndola girar en la palma de su mano. Luego la tiro al aire para volver a recogerla, pero no llego a completar su acción. Una mano mas rápida que la suya, surgió por su espalda y atrapo con destreza la moneda en el aire, al tiempo que sonaba una atronadora carcajada.

 - Papaaa.. -protesto entre fastidiado y comprensivo, dándose la vuelta y encarando la recia humanidad de su padre.

     Lo vio sonriente. Sus gordezuelos labios dibujaban una burlona sonrisa mirando a su hijo. Este, sin decir palabra extendió la mano con la palma hacia arriba, en muda demanda de su moneda. Charles Oak, era un hombre en la cuarentena, alto, atractivo y de aspecto fornido, de nariz prominente pero bien dibujada. Su cuadrada barbilla lo denunciaba como un hombre de gran decisión, frente despejada y cabello abundante de un color dorado oscuro, de ojos grises, su profunda mirada era a veces acerada e inquisitiva.

     Acaricio con una mano la cabeza de su hijo, alborotándole el pelo, mientras hacia rodar la moneda entre sus dedos, con la velocidad y destreza de un malabarista. Con una sonrisa, y viendo la ansiedad, impresa en la cara del niño, arrojo la moneda al aire con un leve movimiento de los dedos pulgar e índice. Salió esta, cortando suavemente el espacio, rebrillando como un diminuto sol a cada giro que daba. No obstante, su camino fue corto. Por segunda vez en aquel día, la mano del muchacho la atrapo en el aire. Se cerro en torno a ella con rápido y seco zarpazo, encerrándola en el interior de su puño y sepultándola en el fondo de su bolsillo delantero con seco ademán.

     Echándose las riendas sobre su hombro, extrajo los tres arrugados billetes y se los entrego a su padre.

      --El forastero pago tres días por adelantado, padre. Voy a  desensillar su caballo y acomodarlo en el establo.

     --Dame las riendas hijo, yo lo haré -repuso su padre conmovido y orgulloso ante la desenvoltura del muchacho- tu vete a jugar un rato.

     Lo vio partir a escape, y perderse rápidamente por el callejón existente entre la oficina de Bienes Raíces y la tienda de ropa interior para señoras, de la viuda Williams. Amaba aquel niño. Lo amaba mas que a nada en el mundo, era lo único que tenia, lo único por lo que vivía, lo único que le quedaba de Dolores, su esposa Mexicana, muerta cuatro años antes, en el transcurso de un atraco a la diligencia en el paso de Piedra Labrada.

     Pensativo, miro hacia las puertas de Dólar Hotel, y de nuevo hacia el punto en que desapareciera su hijo, y entre dientes farfullo.

     --Esperemos hijo.. esperemos que tu forastero no reparta el plomo, con tanta generosidad.. como reparte la plata.

     Tirando suavemente de las riendas del caballo, penetro en el penumbroso y fresco interior del establo.

Mel Domuro.

Declaro bajo juramento formal que todo lo que subo a este blog, es de mi autoría y soy dueño de todos los derechos...excepto los que manifiesto ser de otro autor.

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