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La panda de Ursulino 3

La panda de Ursulino 3

 
 
A Simoneto -por efecto de su crianza y relación con su familia adoptiva- le había quedado una pequeña e inofensiva chifladura. Le gustaba escarbar. Lo hacia en cualquier rincón o lugar donde el veía tierra blanda o removida. No estaba en sus genes, pero era una fijación adquirida de su convivencia con los perros . Por ese motivo, la constante vigilancia que ejercía sobre Lucero -para sustraerle su botín y enterrarlo en otro lugar- le excitaba y complacía sus anhelos mas profundos. Gozaba sobremanera cuando Lucero -con paso chulesco y rabo erguido- volvía a buscar su botín y no lo hallaba. Simoneto seguía toda esta actividad con aire entre ausente y divertido. La suavidad y alegría de los movimientos con que al principio Lucero escarbaba en su "despensa", se volvía ahora vertiginosa y alocada al no hallar rastro de su enterrado tesoro. De su garganta dejaba escapar un amenazador y bronco gruñido, que nada bueno indicaba para el saqueador si alguna vez era sorprendido en su tarea. Cuando el can ya desengañado y todo encrespado, daba una vuelta por el parque o bajaba al patio del ayuntamiento en busca de algún congénere ladrón, Simoneto desde su escondrijo fisgoneaba el desarrollo de los acontecimientos con un poco de preocupación y malestar, pues era consciente de que sus actos podrían traer nefastas consecuencias para algún inocente. A pesar de estos fugaces y escrupulosos sentimientos no perdía detalle de lo que pasaba. Abría desmesuradamente sus ojillos aunque solo veía por el izquierdo ya que sobre el derecho se destacaba la azulina nube, como si fuese el parche de un viejo pirata.
 
Recordaba cierta ocasión en la que el pobre Críspulo -un pequeño perro de raza indefinida, piel leonada y orejas marrones las cuales siempre se hallaban en perpetuo desacuerdo. Si una estaba alzada y vivaracha, la otra estaba doblada y caída hacia adelante en un extraño ángulo que le daba un aspecto muy cómico y divertido- se hallaba plácidamente tendido bajo las rama de un roble existente junto a la cancilla que da acceso al patio del ayuntamiento, desde la carretera de Nogueira. En aquella ocasión el infeliz, estaba royendo con verdadera fruición un viejo hueso que había encontrado en sus correrías por un prado lindante con la fuente de Santa Eulalia. Tan enfrascado estaba en la labor, que tardo en darse cuenta que algo o alguien proyectaba su sombra sobre el. Por un instante, dejo de menear la lengua y los dientes sobre el cacho de tibia de becerro, y levanto sus grandes ojos de inocente mirada. Frente a el, vio a Lucero.. -sin percatarse de los amenazadores y enrojecidos ojos, ni de los brillantes colmillos que acompañados por un sostenido y poco tranquilizador gruñido, asomaban por entre los húmedos y entreabiertos belfos..- al que saludo con un par de alegres ladridos. Con este efusivo agasajo, ducho con saliva, babas y alguna pequeña esquirla de hueso la jeta de Lucero que se encontraba a dos palmos de la suya, al cual hizo retroceder un paso con ademán de desagrado. Este detalle, poco o nada le importo al despreocupado Crispulo, que volvió sin mas dilación a su grata tarea de mordisquear el mugroso hueso, mientras meneaba el rabo indolentemente.
Como buen "Can de Palleiro", Lucero era muy posesivo y cuidadoso de si mismo, además de ser un perro con una estabilidad psíquica muy destacada. Esta cualidad -a pesar de su evidente cabreo- fue la que le llevo a fijarse en el hueso que el nervioso e inquieto Críspulo estaba mordisqueando, mientras lo hacia rodar entre sus patas delanteras. ¡No!. Aquel no era el hermoso y brillante hueso que el había hurtado y enterrado el día anterior. Su furia fue amainando y pronto se olvido de castigar (como era su intención) a Críspulo, mordiéndole en el mismísimo nacimiento de la cola ya que era un lugar verdaderamente doloroso, y el lo sabia por experiencia propia, desde que aquellos dos diablillos de la Urbanización da Rua Nova de Mundin; le habían asestado un certero cantazo en dicho lugar.  Bien. Tendría que buscar por otro lado.  El ladrón de su despensa tenia que ser otro elemento mas astuto, que el desdichado que tenia ante si.
Ya caería..-pensó, mientras se desentendía de Crispulo y de su mugroso hueso- y acercándose al tronco del roble lo estuvo olisqueando un instante, luego levanto la pata y orino en el; y lo mismo hizo en la esquina de la pared junto a la cancilla. Luego de esto, con la cola erecta y actitud desafiante se dedico a "hacerse las uñas", excavando con las patas traseras en la hierba del jardinillo. Sin dignarse en mirar de nuevo a Críspulo (el cual estaba atareadisimo, rezongando y buscándole las vueltas a su mísero festín) subió las escaleras del Ayuntamiento con un ligero trote y enfilando por el centro del parque, se dirigió a su lugar habitual en la carretera de Esgos. 
 
 
 
A su paso por la plaza del Afilador, un grupo de palomas sobresaltadas alzo el vuelo para volver a posarse al instante. Se detuvo un momento junto al macizo de geranios los olisqueo y alzando la pata dejo en ellos su impronta. Desde esta posición con la pierna alzada, diviso en la puerta de Don Pancho -una de los Restaurantes de la plaza- a Cooper, un perro de pelaje negro, corto y fino, elegante y armonioso, rabilargo y señorito. Desde la arribada de Cooper al pueblo, nunca había tenido ningún tipo de relación con el. Por lo que pensando ganar un nuevo amigo, Lucero intento llamar su atención con un par de sonoros ladridos. Pero el otro "elemento" imperturbablemente fingió no haberlo oído, limitándose a alzar la cabeza con gesto arrogante y presuntuoso.
   ---¡Puaaf! -escupió Lucero dolido, iniciando un trote cochinero mientras canturreaba- Que le den al pedante del señorito.. Del señorito, que como todos se lame el pito..se lame el pito...
 
Con esta tonadilla en sus pensamientos, se perdió acera adelante buscando la puerta de acceso al patio trasero, de la carnicería de su amo... 
 
 
Se oían los gritos de la bulliciosa chiquillería que jugaba en el parque infantil, acompañados por las voces recomendatorias de sus mamas y bajo su atenta mirada. Algunas de ellas con el bocadillo en la mano, les iban dando pequeños trozos cada vez que estos en sus juegos y desplazamientos pasaban por su lado. Otras veces el infante venia junto a su madre, le daba un mordisco al bocadillo y salia en bamboleante carrera a reunirse de nuevo con sus compañeros. 
 
Los había también que sentados en un banco o de pie ante su progenitora, tomaban su merienda llenos de ansiedad sin quitar los ojos del lugar donde sus compañeros correteaban, deseando reunirse con ellos en la mayor brevedad posible.
 
Todo este bullicio llegaba hasta el cercano solar situado al lado del Ayuntamiento. En el se encontraban en esos momentos tomando el sol Caifás y Julio Cesar. Este, tumbado panza arriba con las patas separadas del cuerpo, ronroneaba feliz al notar los rayos del sol calentándole la barriga. Por su parte Caifas guardaba la compostura. Estaba tumbado sobre sus cortas pero musculosas patas, y mantenía sus grandes y expresivos ojos -de un bello color cobre- entornados a causa de la fuerte claridad del sol. De pronto algo llamo su atención, y le hizo arrugar su corta y ancha nariz con desagrado.
 
 
 - Que  pasa..? -inquirió Julio Cesar, el cual en ese momento se había volteado y observara el adusto gesto de su amigo.
 -Mira allí, en la carretera,, es un coñazo la obsesión que tienen los "lupus amaestratus" por mearlo todo..¡puagg! menuda banda de cochambrosos.
 
 Julio Cesar miro en la dirección indicada y una cantarina carcajada salió de su garganta. Esta risa a oídos humanos hubiese sonado como un sostenido y largo marramiauu, pero a una gatita le hubiese hecho palpitar el corazón al tiempo que le disparaba los niveles de bilirrubina.
 
 - ¡Carambaaa!...-exclamo festivo al ver a un pequeño perro todo a faenado en marcar territorio- ..pero si es el pequeño RP.. llevaba la tira de tiempo sin echarle el ojo encima, a ese cacho cabrón.  ¡Heeee!..Chavalote -grito puesto en pie sobre el muro - Cuidado con las ortigas.. como te rocen la "minga" vas a pasarte tres días aplicándole cataplasmas de vinagre..jajajaa.  
 
Un ladrido fue la escueta respuesta, mientras el chucho persistía en su objetivo.
 
Caifás -que evitaba en lo posible caer en publico en estas muestras de hilaridad desbordada, para no perder su honorabilidad de gato viejo y cachazudo- no pudo evitar esta vez, soltar la carcajada ante la ocurrencia de su amigo. Aunque trato de ahogarla, enterrando su hocico entre los sedosos pelos del sobaco. 
 
  - Por cierto..-dijo aun entre hipidos- hablando de ver,, llevo casi toda la semana sin divisar a Ursulino por ninguna parte.. que sabes de el?.. 
 
Julio Cesar se tomo su tiempo para contestar. Se atuso los bigotes y se lamió la pata derecha tres o cuatro veces seguidas, luego levantando una pata trasera comenzó una lenta exploración por su zona oscura. Hecho esto encaro a su camarada mirándolo con un ojo cerrado y el otro abierto. Su cara estaba seria, pero en el ojo le danzaba una salvaje risa a punto de desbordarse. Caifas que lo conocía bien, supuso al momento que algo bueno hervía en la olla.
 
- Veras..como sabes, Ursulino presume de ser un gato camionero, y como tal creo que esta dando la vuelta al país acompañando a su dueño. Últimamente las cosas le salen mal...-soltó una risita-..mas que mal...muy mal.
-Vamos, vamos -apremio Caifas ante la tardanza del otro.
-Estuve con el el lunes por la mañana. Me comento, que tenia una cita con una gatita que empezara ha andar deshonesta en el pueblo de Valdomar. ¡El jodido!.. pensaba estar tres o cuatro días de maraca. Se paso toda la mañana dándome la paliza, maullando, restregándose contra las esquinas y todo lo que encontraba en su camino. En esencia, era como un vídeo de Madona en sus comienzos. Por la tarde, estaba yo tomando el sol sobre el muro de la huerta que hay al lado de la caja de ahorros, cuando lo vi salir todo ufano y empampirolado. Ya empezaba a cruzar la calle cuando su dueño salió del portal y lo cogió en brazos rascándole el lomo. El se mostraba tan mimoso y sumiso que lo oía ronronear de puro placer. No se dio cuenta de que lo metían al camión y de que este iniciaba su marcha. Cuando se percato de la situación, pasaban a mi altura. Me vio e intento decirme algo. Yo veía moverse su boca sin entender nada, mientras que el arañaba el cristal como un descosido.. ¡Pobre Ursulino!, pensaba tener un candelabro y se quedo a dos velas..
 
La carcajada que soltó al termino de su historia, fue coreada con fuerza por Caifás, al cual en estos momentos no le importo para nada "el que dirán" y se retorcía de risa en lo alto del muro. Desde abajo, indeciso entre acercarse o no, el tal RP los miraba entre curioso y divertido..
 
Sigue...
(Extracto de: La Panda de Ursulino)..
Mel Domuro.
Declaro bajo juramento que todo lo que subo a este blog es de mi autoría y soy dueño de todos los derechos,,, excepto los que manifiesto ser de otro autor.
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