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Mi amigo el diablo

Mi amigo el diablo

Era un duelo desigual..
Tres contra uno..
De un lado, imponiendo la ley, el veterano Sherriff Stan Benttley.
Frente a el se hallaban los hermanos Frank y Lucius Madison, acompañados por el mexicano Evencio Morales.
Tres miembros de la banda de Rosco Carter.
Tres pistoleros de primera línea.
Tres perros rabiosos.
Rápidos y sin escrúpulos.
Dispuestos a todo, antes de caer en las manos de la ley.
Asesinos natos para quienes una vida humana, no tenia el valor del plomo que se precisaba para arrebatarla.
Se hallaban abiertos en abanico ante el hombre de la estrella, con las manos casi rozando las corvas y gastadas culatas de sus pistolas.
Ávidos de iniciar su mortal viaje para empuñarlas.
Ávidos de sangre.
El veterano Sheriff, sabia que se hallaba en un verdadero aprieto, pero no los temía y su tranquilidad así lo evidenciaba. Era su trabajo, y si su destino era el de morder el polvo de la desierta calle con una bala clavada en el corazón. Lo mordería, pero nunca deshonraría la brillante y estrellada placa de latón que con tanto orgullo lucia prendida en su camisa.
Observaba atentamente a sus enemigos con la frialdad de sus acerados ojos grises, mientras que bajo el ala de su sombrero una fina capa de sudor perlaba su frente , mientras que una solitaria gota se deslizaba por su curtida mejilla, hasta la comisura de sus labios.
Sabia que desde las ventanas de cerrados postigos, multitud de ojos lo observaban, pero era consciente de que sus propietarios no moverían un dedo en su defensa..
Un sol inclemente bañaba la semi-desierta y polvorienta calle de Chester City, situada al noroeste del condado de La Paz, en el territorio de Arizona.
Sus enemigos habían salido del saloon, y habían ido girando gradualmente hacia la derecha para evitar que el sol los deslumbrara. 
Ahora parecían divertidos, satisfechos como grandes gatos frente a un pequeño roedor. Sus sonrisas eran cínicas, y sus dedos no dejaban de flexionarse ansiosos cerca de las siniestras empuñaduras de sus revólveres.
 --Vaya, vaya.. Que tenemos aquí..? -Dijo en tono jocoso una voz desconocida- Tres pulgosas raposas buscándole las vueltas a un viejo lobo..
La voz había sonado a su derecha, pero ni por un segundo desprendió su mirada de sus enemigos. Unos pasos acercándose hicieron crujir el polvo de la calle, y alguien se detuvo a su altura, desviado cuatro pasos a su derecha.
 --Creo que ahora la cosa esta más equiparada,, no le parece amigos?.- Su voz ahora resultaba mordaz, glacial, desapasionada y cortante- Tres contra dos es mejor balance que tres contra uno.. No están de acuerdo "amigos"?.
Para el Sherriff  Benttley las inflexiones de la voz le eran totalmente desconocidas, y sin perder de vista a sus antagonistas se desplazo un cuarto de yarda hacia la izquierda, para poder observar por el rabillo del ojo a su aliado.
Se trataba de un hombre joven, como de treinta o treinta y dos años, alto y delgado, pero de complexión atlética. Sus ropas eran negra al igual que su desgastado sombrero bajo el cual, una rubia y frondosa melena se deslizaba en rebeldes bucles, hasta el nacimiento de sus anchos hombros. La única nota discordante en su persona, la ponía las blancas y marfileñas cachas de su "colt" Frontier de doble acción que colgaba muy baja en su cintura, enfundada en una artística y repujada pistolera de negro cuero.
Desde su precaria observación el Sherriff Benttley, no pudo observar más de talles de la fisonomía del desconocido, no obstante quedo agradablemente sorprendido de su porte y decisión.
El inesperado refuerzo no fue del agrado del trio de asesinos, que ante el cariz que tomaban la cuestión ya no veían las cosas tan claras como al principio..
-- Y tu quien eres, muñeco.. -Ladro Frank Madison tragando saliva, lo que hizo que la nuez de adán se deslizara arriba y abajo es su esquelético pescuezo..
-- Soy el diablo -contesto irónicamente mientras en sus labios florecía una sonrisa burlona, al tiempo que enviaba con los labios un beso al pistolero.
La cara de este se puso purpura, y lanzo con una velocidad escalofriante su diestra al encuentro de la corva culata; al tiempo que exclamaba furioso:
--Hijo de puta, os enterraran juntos. Duró con ellos. Muchachos!!..
En un momento todo cambio. 
El ensordecedor estampido de los disparos atronó la calle, y el humo y el acre olor de la pólvora invadió el aire.
El mejicano Evencio aun no tenia su arma totalmente fuera de la funda, cuando el Sherrif Benttley disparo contra el.
Sintió como si le diesen dos pequeños golpes con un dedo sobre el corazón, y dejando caer su revolver blandamente dentro de la pistolera, bajo la mirada hacia su pecho a tiempo de ver como debajo de su tetilla izquierda florecían dos pequeñas rosas de sangre; que lentamente se extendían por su camisa. 
No sentía dolor alguno. 
Sonrió para sí, sin darse cuenta de la sangre que manchaba sus cenicientos labios empezaba a escurrirse en un delgado hilo por su mentón.
Los ojos giraron en sus órbitas, y una quietud que nunca antes había sentido invadió su cuerpo, al tiempo de que sus rodillas flaqueaban y se derrumbaba enterrando la cara en el polvo. Pataleo un par de veces, y luego la laxitud de la muerte invadió sus miembros..
Por su parte el joven forastero y Frank Madison habían desenfundado y disparado a un tiempo. La bala disparada por este, había arrancado con gran violencia el sombrero y algunos cabellos de la cabeza del joven, que noto el fuerte tirón al tiempo que gatillaba metiéndole a su adversario un par de balazos en el vientre. 
Este, soltando su arma, se doblo por la cintura bajo los demoledores impactos del cuarenta y cinco hasta enterrar la cabeza entre sus genitales. Luego se deslizo de costado hacia el suelo donde quedo hecho un ovillo gimiendo cada vez más débilmente.
A su vez, Lucios Madison, había sido veloz en el saque, dejando claro su condición de hombre rápido con la pistola, y había enviado plomo caliente contra el Sherriff mientras este abatía a Evencio Morales. 
Su primer balazo acertó al hombre de la ley en el hombro izquierdo haciéndolo girar hacia ese lado, y evitando así el siguiente disparo que el pistolero había dirigido a su corazón. Este solo le rozo transversalmente el pecho llevándose por delante un botón de la camisa.
Lleno de furia intento disparar de nuevo contra el hombre de la placa, el cual había perdido su arma y se hallaba indefenso herido y arrodillado en el suelo. 
No tubo oportunidad de apretar el disparador nuevamente. 
Se había olvidado de su otro enemigo, y ese error le fue fatal.
Cuando quiso girarse en su dirección, y enfilarlo con su arma ya era tarde. 
Completo su rápido molinete, y se encontró con la negra y amenazadora boca de un revolver que lo apuntaba directamente entre las cejas.
Por encima del negro y amenazador cañón, sus ojos se encontraron con la glacial y despiadada mirada de quien lo empuñaba y al instante supo que era hombre muerto. Con un chillido de rata herida aun intento levantar presuroso su 45 pero no llego más allá en sus homicidas intenciones, pues el revolver de su antagonista trono una sola vez y una roja llamarada le abraso la cara. No sintió más, la bala le penetro por  entre ambos ojos y salio por la nuca esparciendo esquirlas de hueso y masa encefálica en todas direcciones. 
Se mantuvo en pie un instante, balanceándose adelante y atrás con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. El humeante revolver cayo al suelo resbalando de su inerte mano y ya estaba completamente muerto cuando su cuerpo choco de espaldas contra el polvoriento suelo.
Lo que había parecido una eternidad, había durado escasamente cuarenta segundos. 
Una vorágine de cuarenta segundos de rugiente violencia, tras la cual, tres hombres jóvenes y pletóricos de vida momentos antes habían muerto, y otro rebozado en su propia sangre yacía gravemente herido..
Soplo el cañón de su revolver del cual salían blanquecinas volutas de humo, impregnadas del acre olor a pólvora quemada.  Parsimoniosamente comenzó a recargarlo, con la munición que portaba en las presillas de su pistolera, luego suavemente dejo caer el arma en la engrasada funda.
--Muchacho..
La debil voz del representante de la ley llamo su atención.
Se acuclillo a su lado, y pasando un brazo por detrás de su espalda lo incorporo un poco.
Su respiración era jadeante, y un rictus de dolor se marcaba en su pálido semblante.
--Muchacho -repitió- gracias por tu ayuda, yo solo jamás hubiese podido con ellos.
- Quizás Sherriff, pero hizo usted un buen papel y se que lo hubiese logrado sin mi ayuda.
-- No, no lo hubiese logrado. De no ser por ti, ahora seria mi cuerpo el que yacería lacerado y sangrante, cribado a balazos sobre el polvo.
La gente había empezado a salir de sus refugios, y se acercaban medrosos al lugar de la pelea.
--Míralos muchacho -Dijo el Sherriff señalándolos con un tembloroso dedo- las ratas empiezan a salir de su madriguera.. Malditos..-añadió con desprecio escupiendo sobre el polvo- su cobardía no les permite ver la fuerza que supondría su unión contra quienes quiere despojarlos de sus bienes.
Varios hombres se acercaron a ellos.
Con delicadeza, pero incapaces de mirarlo a la cara lo tomaron en brazos y lo depositaron en una vieja camilla de lona.
Antes de que se lo llevaran al domicilio del Doctor Carter, el Sherriff Benttley alargo su mano y estrecho la del forastero.
--Cual es tu nombre muchacho.. Si en alguna ocasión me lo has dicho temo no recordarlo. Aunque si recuerdo que mentaste al diablo.
--Cierto Sherriff.. nunca me e presentado,. Aunque en parte si lo hice con ese individuo -dijo sin volverse, señalando con un leve gesto de cabeza el cadáver de Fran Madison- dado que mi nombre es Diablo.. John Diablo..
--John Diablo -repitió para si mismo el sherriff, mirándole con ojos entornados- Mi amigo el diablo, más bien diría yo.. -Con un leve gruñido soltó la mano del muchacho, y dejando reposar su cabeza sobre la camilla añadió dirigiéndose a sus convecinos- Arreando muchachos, llévenme a que ese viejo "matasanos" me eche un buen remiendo..
(Extracto de: Mi amigo el diablo)..
Mel Domuro..

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