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Fría mañana

Fría mañana

Por encima de la iglesia de Santa Eulalia, las luces de la aurora se fueron estendiendo por el cielo barriendo con sus cambiantes tonalidades la negrura de la noche, y enseñandonos que el renacer de un nuevo día es todo gracia y poesia. Es hermoso disfrutar de cada amanecer y de cada atardecer. Es una bendicion disfrutar de la naturaleza misma, y de las cosas más sencillas que la vida nos ofrece. En momentos así, me considero afortunado de ser testigo de disfrutar de tanta belleza.
Mel Domuro..

Fría mañana

Los páramos de Moura, cumbre de los cañones inferiores del Rio Sil, es una tierra extraña, mágica, llena de historia e inspiradora de leyendas. Lugar lleno de belleza, magia y majestad, donde el tiempo parece congelado, dormido como dormidas están sus pétreas y gigantescas formaciones rocosas. En ellas, el viento y la lluvia han esculpido imágenes extrañas, las cuales son solamente visibles desde ciertos puntos, cuando quien lo observa muestra todo su interés. Desde sus boscosas laderas que bajan hacia el Sil, rotas aquí y allá por grandes roquedales que como islas emergen de entre su verdor, nos llega el incesante canto de los pajarillos que pueblan sus enramadas; mientras que desde las alturas el silbido de alguna águila real, anuncia su majestuosa presencia. Caminos ancestrales cruzan los páramos en dirección a los cuatro puntos cardinales. Caminos (En ocasiones) profundos y empedrados, que escoltados por altas piedras, barbadas de verde musgo, nos sumergen en remotas épocas donde el dios sol y la diosa luna; eran las fuerzas protectoras de la tierra. En las frías madrugadas, cuando densas volutas de espesa y fría niebla flotan a ras de suelo, dan la sensación de ser reptantes espectros, cubiertos de zarrapastrosos jirones de bruma.

 

(Extracto de: Mis paseos por el páramo)..

Mel Domuro..

Fría mañana

Fría, muy fría, esta mañana que me permite ver las vaharadas de mi propio aliento distendiéndose en el aire. Pero pese a todo es una mañana preciosa en la cual, la atmósfera es tan diáfana y transparente que me permite mirar (Como si lo hiciese con los ojos del alma) más allá de donde mi vista alcanza.   Mientras escucho romperse bajo mis pies, la helada alfombra de hojas muertas que tapiza el suelo del bosque de Roble Viejo, cierro los ojos y pienso que la brisa que me acaricia la cara helándome las mejillas; son tan solo los deshechos, mágicos y gélidos colores: de la reciente aurora.

Mel Domuro..

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